Odio tener que odiarte,
pero más odio tener que
recordarte.
Viviste escapando,
mataste el pacto,
lastimaste mi inocencia y
me dejaste en la miseria.
Por ti bailé con la muerte y
quemé muchas notas suicidas
con el fuego que prendí por
mi triste agonía.
Sólo el ángel que quisiste
me ayuda a olvidarte,
pero no del todo, ya que,
entras en mi cabeza cuando cae mi destreza.
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