domingo, 28 de agosto de 2011

La vida muchas veces es injusta. Esto me lo dijo mi madre, que fue la primera sabia que conocí en mi vida. No he conocido muchos sabios, es verdad, pero sí he encontrado unos cuantos, de los cuales mi madre fue la primera. Entonces, la vida es difícil -le dije-, y si es así ¿por qué me sometiste a esto?, le pregunté angustiado. "Porque la dificultad de la vida misma te hace hacerle maldades al resto." No comprendí bien aquella vez, pero igual la abracé y le dije que la perdonaba. Ya verás que en el futuro me terminarás odiando, me dijo y me humedeció la mejilla con sus labios.


Han pasado muchos años desde entonces y como ella era sabia, todo lo que me dijo se fue poco a poco consumando. Ahora no le perdono el que me haya traído a este mundo; antes de eso, creo que mi vida era tranquila, sin preocupaciones, pero mi madre no tuvo el menor reparo en estropearme esa comodidad espermática. Ahora sufro esto como todos y hasta me animaría a decir que más que el común, que yo salí un poco más estropeado y es difícil para mí aguantar los amaneceres.

sábado, 6 de agosto de 2011

Y resulta que he vivido tres o cuatro veces antes de sentirme como me siento, antes de llegar a este estado cadavérico e inerte. Tres o cuatro veces pude sonreír y lo curioso es que tú también perteneciste a esos momentos, lo cual desprende ciertas conjeturas, ciertas teorías, que no quise investigar ni solucionar y por es te pedí que te retiraras. Solo he vivido tres o cuatro veces, el resto ha sido pura miseria.
Y me abordó, con sigilo y con traición, nuevamente tu recuerdo. Cada día parece un animal carnívoro que está atento ante cualquier descuido de mis movimientos para abalanzarse sobre mi cuello. Es tu recuerdo un animal carnívoro y glotón hambriento.

jueves, 4 de agosto de 2011

Siento tu agitación, tus respiros, tus gemidos; pero tu carne está muerta. Mi cuerpo, en cambio, se entrega con devoción a tus entrañas y todo en mí es una fiesta, hasta un carnaval.
es que yo lo engaño encubriendo tus gestos de desprecio, me convierto en tu cómplice, o cómplice de tu corazón, para que mi sexo no se debilite y continúe con el carnaval de este encuentro.