viernes, 18 de septiembre de 2009

Continuidad

No sé en qué momento de la noche logré hacerme campo entre la gente conocida y desconocida que se agolpaba dentro de la sala y la cogí del brazo, la arrastré a la mala hasta un lugar alejado de sombras y la obligué a hablar conmigo.
De pronto un ruido hizo que toda la gente que se encontraba en la casa de Luchín volteara a vernos y se percatara, con regocijo, de la escena grotesca: yo sobándome la mejilla recientemente golpeada y Cristina huyendo furiosa de mi lado y mentándome mi respectiva madre.
Le malogré la noche y ella me entristeció por completo y es que hay cosas que se dicen dentro de una discusión que duelen y mucho y a pesar de que uno tenga un colchón de buena cantidad de licor dentro del cuerpo para amortiguar ciertas palabras y acciones, igual si uno termina por acordarse de las cosas al día siguiente le termina arruinando muchos días y, si buscamos exageraciones, la vida entera. Después, lo único que recuerdo es que me puse a beber sin restricciones de por medio en todos los grupos que se habían formado dentro de la casa.
– ¿Qué pasó?– me preguntó Carlos.
–Nada, solo que la besé a la fuerza y ya ves como terminó.
–Estás cagao, hombre– me dijo.
Cuando ya estaba ebrio llamé a Cristina a su celular pero este no dejó de sonar sin que alguien se animara a contestar. Le mandé un mensaje en el que escribí contéstame por favor, es urgente y volví a llamar pero no se atrevió a contestar. Ya me voy dando cuenta de que es insostenible que ambos sigamos perteneciendo al mismo grupo. Creo que tendré que apartarme de todo para evitar seguir viéndola y desgranarme el corazón.
Luego, y esto me lo contó alguien, yo andaba ebrio por la casa con el celular en mi mano y un periódico y me dediqué a llamar a varios avisos de prostitutas A-1. Según las diversas versiones que pude rescatar yo gritaba por toda la casa como loco “putas, pónganse a trabajar y dejen ya de abrir sus piernas”, y hasta a una le grité “Cristina, deja de putear”, y es que según le dije a alguien en ese momento la voz sensual que me contestó el teléfono era idéntica a la de Cristina.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

El inicio de la soledad

Después de pensarlo, y mucho, cogí el teléfono y llamé a Cristina. Que por qué y para qué, me decía por dentro, pero sin hacerme mucho caso, o desobedeciéndome totalmente, preferí marcar los nueve dígitos que separaban su aliento o su sonoridad de mí.
Llamé tres veces y no contestó, quizá intuía de quién se trataba pues no sabía al cien por ciento de que era yo porque la llamaba de otro número. Recién a la cuarta llamada logré escuchar su voz que se asemejó más a un berrido que al melodioso sonido que recordaba ella expelía de sus labios. “¿Qué quieres?”, me gritó segura, sin asegurarse siquiera de quién la podía estar llamando. Yo solo atiné a susurrarle que la amaba, aunque de esto no estoy seguro, pero igual se lo dije como para convencerla de algo. Calló unos segundos, escuché que tomaba aire para decir algo y soltó que no quería volver a lo mismo, que dejara de molestarla, que dejara de tironearla por las calles, que dejara de hacerme la víctima, que dejara de llamarla y que dejara de decir falsedades.
Luego colgó y yo casi rompo la bocina del teléfono de pura ira y volví a marcar los dígitos con impaciencia, insistí mucho rato, horas de desesperación, incluso llanto, Dinara que a veces abría la puerta y se asustaba y qué te pasa, por qué estás así, es por él, no creo que sea por él, es por una mujer, no pasa nada, solo estoy mal, y vete a saber con ustedes, están locos y los ojos que se me perdían de rabia y por favor contesta, puta, puta, puta, háblame, qué te hice, contéstame que me estás pagando mal y así durante mucho rato, hasta que uno tiene que portarse bien pues porque está en casa ajena y los dueños de casa ya habían llegado.
Hasta ahora no contesta, he perdido mi día en puros intentos, en puros golpes, en puros llantos. Solo me reconforta un poco saber en lo desesperada que la habré puesto por el sonido del teléfono durante todo el día. Aunque bien y pudo haber salido con otro, alguien mejor que yo, alguien lindo e inteligente que hace que mi figura se vea disminuida a su lado. Ya dejé de intentar, ahora no sé qué decir, estoy solo y pensativo y obviamente muy derruido y en una casa en donde no puedo recurrir a nadie.