miércoles, 23 de junio de 2010

Nabokov en mi cuadra

...Siempre nos juntamos en la misma esquina donde, desde que nos conocimos, acostumbrábamos a sentarnos Carlos y yo. Y de verdad que los veía distintos al resto. Ernesto siempre se vestía, no sé si hasta ahora, de negro con unas botas rarísimas y con el pelo más largo del grupo, entre varones y mujeres, le llegaba hasta el final de la espalda y aunque era bien reducido de tamaño el tipo igual nos ganaba. Rodrigo siempre se ponía una casaca de cuero y en su espalda siempre se le veía una guitarra, era él quien animaba nuestras tardes. Manuel también se le notaba distinto, a pesar del corte tipo militar que tenía, pues usaba unos pantalones militares con sabe dios cuantos bolsillos y polos pegaditos, también usaba un morral militar donde parecía que nunca llevaba algo el negro, por estilo supongo. Las chicas también eran rarísimas. Shirley y su corte de pelo similar a la forma de un hongo, que en cierto sentido opacaba su real belleza, sus pantalones rotos, su mochila con mil parches de grupos feísimos, y unos lentes muy raros; era la más loca del grupo, muy extravagante la flaca, no se inmutaba cuando cantaba en plena calle, cada vez que Rodrigo tocaba y a veces sin que tocara, o cuando se iba al parque a orinar detrás de un árbol, ni tampoco le importaba que la vieran fumando marihuana, eso sí bien lejos de nosotros porque nosotros fumábamos a ocultas, y siempre andaba declarándome su amor por mí y yo me hacía el loco y le decía que por favor no se burlara de mí porque me la puedo creer. Wendy, igual que Shirley, usaba sus pantalones rotos, hasta en las nalgas los usaba rotos y se le notaba la trusa, polos de colores huachafos, su pelo era hermoso y bien cuidado lástima que una vez vino con el pelo pintado totalmente de naranja, aunque ahora que la recuerdo le quedaba bien. Y Carla, la gringa, la guapa, la más tranquilita y la más introvertida, tenía un aire de psicóloga-filósofa-literata, no sé, pero se le veía bien intelectual a la gringa y estaba en una universidad habitada solo por pitucos. No sabía por qué se juntaba con nosotros y creía que era por la marihuana ya que siempre aportaba más dinero cuando Carlos pedía una colecta para ir a comprarla. Todos ellos junto conmigo y otros más, que ya dije que recuerdo efímeramente, éramos considerados entre la zona, principalmente por los más ancianos, como La cuadrilla del mal. Y así nos gustaba que nos llamaran y nos sentíamos orgullosos de ese nombre, nos acostumbramos a él. No hacíamos el mal pero cuan malos nos sentíamos.

Algo raro

Aún no hay luz y sin embargo ya quiero despertar, levantarme de la cama, deshacerme de las sábanas, salir de este ocultismo. Ya va siendo hora, creo, de ser nefelibata y empezar a darme cuenta que cuando uno no es para tal cosa no lo es y punto.
La necesidad de hundirme me está matando.
Han sido meses de vacío, de pensamientos, de escarnio, de exaltación de mi bipolaridad. Y es que de verdad que me ausenté por mucho tiempo. Las cosas no han ido muy bien y la depresión continúa marchitando mis días.
Hoy caminé por el centro con un tipo que no conocía y bueno, en cierto momento me sentí muy incómodo y hasta deseaba no estar ahí o que al tipo le pase algún accidente tipo atropellamiento. pero nada de eso, continuamos caminando un buen tramo más, yo sin ganas de estar ahí y él quizá preguntándose cómo deshacerse de mí. Felizmente me dejó y me dijo "nos vemos el lunes". Eso me asustó y me llenó de incertidumbre.

lunes, 14 de junio de 2010

He sido un muladar...
y mi padre me ha contagiado la pestilencia.

domingo, 13 de junio de 2010

Y ahora, después de mucho tiempo, volvíamos a estar uno frente al otro quizá sin ganas de haber ido al encuentro. La incomodidad de la situación llegó a ser intolerable, no sabíamos qué decir, cómo actuar, no sabíamos siquiera si era plausible mirarnos, volver a la coquetería y así al engaño y a la violencia de nuestra relación. Por lo pronto, ambos mirábamos a las personas que estaban por ahí, principalmente al sujeto de bigotito hitleriano que aún no acababa de leer el periódico y que cada vez se veía más fastidiado porque esta vez no era uno el tipo que lo miraba con irrespetuoso descaro, ahora a ese infeliz se le unió una tipa con fachas medio raras que también se ha puesto a verme. Era el ejercicio al que habíamos recurrido para ocultar un poco el error en el que habíamos caído al asistir a ese encuentro que conforme vaya avanzando el tiempo se irá tornando desastroso y hasta bizarro.

Recuerdo que me tomó con fuerza de un brazo, algo que me sorprendió al instante, y me dijo que a los libros se les debe respetar, que era lo mejor y lo más bello que ha producido el hombre, no, dijo el vulgar hombre, quizá el sucio hombre, no recuerdo bien, lo que sí recuerdo con exactitud es su mano asiendo la mía y marcándole cada uno de sus dedos. Yo quedé sorprendido, era la primera vez que me pasaba algo así, nunca una chica me había tocado violentamente, ni mi madre, ni mi abuela que por su carácter me sorprende que no me haya dado siquiera una bofetada. Yo la calmé diciéndole que tenía razón, que fue un acto vulgar, un vil recurso, utilizar la literatura para flirtear con alguien, eso realmente no se hace. Pero ella casi y hasta se echa a llorar de ¿rabia? ¿pena? ¿frustración?, no lo sé. Cuando me soltó le dije que me disculpara y que no me hubiera perdonado si nunca llegaba a conocerla. Cuando llegamos a su casa, aunque más exacto sería decir, a su cuarto, porque la casa era de un amigo y vivían allí ellos dos con tres amigos más, o sea vivían cinco personas y cada uno solo se podría decir que tenían un cuarto y no una casa a no ser que sea el propio dueño de casa que ante la partida de sus padres al extranjero no tuvo mayor idea que ganar algo de dinero alquilando unas cuantas habitaciones. Entramos a su cuarto y me sorprendió ver la cantidad de libros amontonados en estantes, en el piso, en la cama, debajo de la cama, en un escritorio y en los bordes de la ventana. “Disculpa, es que sin darme cuenta me fui quedando sin espacio”, me dijo avergonzada. “Pero si es genial”, le respondí y empecé a revisar los títulos. Mientras la penetraba con torpeza, porque mis encuentros sexuales han sido pocos y por eso desconozco qué vías seguir en momentos como estos, ella gemía en francés o alemán, no pude distinguir bien, se arqueaba y parecía que recitaba algún verso y cuando llegó al orgasmo, mientras yo estaba echado mirando el techo y ella me cabalgaba moviendo su pelvis hacia adelante y hacia atrás, gritó con más fuerza pero ya en español: “El arte es largo, el tiempo corto”.

lunes, 7 de junio de 2010

Por el día del Padre!!!

Padre!
te grito ahora
que estoy siendo miseria pura
perturbado
que a mis penas nunca pude ahuyentarlas
y no hay lugares mejores ni ocasos eternos en las penumbras:
mira cómo me has moldeado al ausentarte!