sábado, 27 de marzo de 2010

Exaltación bibliofílica

En cierta ocasión V la pasa mal. V es una persona extraña, con atisbos de normalidad, pero ciertamente esos momentos desaparecen del todo en ese tiempo que la pasa mal. Adorador de cierta pintura, con cierto júbilo se consigue un libro de uno de sus pintores favoritos. La edición de dicho libro es inencontrable en la ciudad y el modo como lo adquirió es vulgar. Lo robó de la casa de un conocido. Disfrutó del libro un buen tiempo, lo suficiente como para haberlo releído en varias ocasiones.
Su crisis se gesta el día que decide tomar con unos amigos en una plaza del centro. V, emocionado, carga bajo el brazo el libro que ocasionó su desequilibrio. Tomaron regular, uno de los amigos terminó vomitando, otro recitando poemas a una perra y V besando a la misma perra. Por demás está decir que los actos acaecidos ese día fueron poco decorosos y los sometieron a la vergüenza pública; vergüenza que por otro lado poco percataron. V regresa tranquilo y casi contento a casa.
Pasaron dos días y a V le dan ganas de releer el libro otra vez. No lo encontró. Se desespera, tira todos sus libros al piso, revisa todos sus cajones, husmea entre lugares insospechados, por último se tira al piso y llora ¿por qué yo, por qué yo?, mira al cielo y escupe a sus dioses imaginarios matando e insultando uno a uno como buen deicida, rompe algunos libros, fuma con vehemencia y decide retornar los días para ubicar el momento exacto en donde pudo haber perdido el libro.
Recuerda el día que tomó con sus amigos y algo en sus ojos cambia. Fueron ellos, piensa. Sí, fueron ellos. Decide llamar a O y antes de preguntarle le increpa y le grita que por qué le hizo eso. O lo escucha, no reacciona mal, digamos que hasta lo comprende, pero llega a colmarse y decide por último mandarlo a la mierda. V vuelve a llorar e insiste, vuelve a llamar a O y le dice cosas impronunciables, lo manda al diablo, le recuerda la poca estima que le tiene. O decide colgar y dejar de hablarle ¿para siempre?. V no puede controlar su estado de ánimo, de repente todo es un infierno, discute con su enamorada, la trata mal, la hace llorar, la culpa de cosas alejadas de la relación, la empuja, intenta golpearla; pelea con su madre, la culpa de haberlo parido, sí, de haberme parido, le dice que preferiría no haber tenido madre; discute con otros amigos, todos lo mandan a la mierda. V se queda solo.
Coge las tijeras, primero se corta el pelo y su cabeza queda como un arbusto, luego se afeita las cejas y por último se hace cortes en todo el cuerpo. V no puede controlar su estado psicológico, se empieza a golpear, otros lo empiezan a golpear por andar gritando a los transeúntes que dónde está su libro. Todo su mundo se descontrola. Alguien llega a él y le dice que tiene su libro. Un hombre de blanco acompañado de otros dos hombres también de blanco, lo suben a una camioneta y se lo llevan. V se emociona y piensa en su libro, en las imágenes de su libro, en las críticas favorables que le habían hecho al pintor de su libro. V es encerrado en un manicomio.
V ahora la pasa mejor. Mira los ocasos, mira la noche, mira la mañana. Siempre está sentado mirando al horizonte. Mira más que nada los colores. Contempla la naturaleza, no habla con nadie solo con los insectos, mira a la mariposa, a la libélula, a las hormigas. Empieza a ver en las cosas los colores que utiliza el pintor de su libro. V se levanta, ya miró muchos matices y decide empezar a pintar.

jueves, 25 de marzo de 2010

Condenado

Quisiera encontrar paz, aquí o allá, en donde sea, eso es lo de menos, y estaré ahí para saciar la incomodidad.
Quisiera ser monótono y no complicarme con ideas que martillan las paredes; ser una máquina y seguir la rutina sin protestar, sin contestación de mi parte, que todo quede enmarcado sin opción al desborde.
Pero aquí estoy, siendo contestatario y mirando cómo el marco se ensancha más y las posibilidades se vuelven infinitas.
A mamá le jode esto, ¡Es fácil de arreglar!, me grita y siento sus manos estrechar las mías para que yo pueda caminar apoyado y me presta sus ojos para que yo ya no ande tropezándome con las cosas y la gente.
¿Y qué haré después madre; después de que ella se dé cuenta de que eres tramposa y me llevas cargado?
¿Qué haré entonces cuando ella te diga "Déjelo andar" y te empiece a hundir el cuchillo de la oscuridad?
Déjame ya, no te esfuerces, porque el sufrimiento no se detiene al estar uno apoyado, el sufrimiento perdura, no tiene inicio ni fin, el apocalipsis lo advirtió: hay gente con la señal del transtorno.