viernes, 13 de agosto de 2010

Compra y venta

Avanzaba sin sentido por la callecita colonial y maloliente del centro y esperaba de una buena vez formalizar la compra. El vendedor tardó en llegar a donde habíamos quedado por teléfono horas antes. A pesar de la molestia por su demora verlo me produjo tal alegría aunque de una manera inconsciente claro, porque también una vez localizado le mente muchas veces la madre en mi soliloquio interno, pero llegó y ya la angustia se terminaría, al menos por esos minutos.

-siéntate ahí- me ordenó, sin titubeo y sin saludarme siquiera, señalándome la grada de una inmensa puerta colonial echada a perder.

El desagrado que me produjo sentarme en esa grada mil veces bañada en orines por perros borrachines y transeúntes le importó poco al vendedor pues una vez dada la orden continuó caminando hasta la esquina de la calle, dio un vistazo a todas partes y empezó nuevamente a acercarse a mí.

-cinco soles, chino- me dijo fríamente, sin ganas de preguntar algo más allá de lo necesario.
-¿Qué tal está?
-Como siempre Chino. Apúrate antes que nos caiga el gendarme- Y luego de decir eso volvió a recorrer con sus ojos todas las partes visuales de la calle.
-pero la última vez me pareció malísima- le dije con tono apacible e irónico para que no se ofusque y no se me eche encima.
-A veces sale mala, pero la que he traído ya la probé. Apúrate Chino, ¿la compras o no?
-Toma, confío en ti eh.
-Confía siempre en el Gato, Chino. Ahora párate, hazte el huevón y vete por allá. Creo que por esa esquina he visto dos tombos. Ayer casi chapan a dos huevones, ya no se está tranquilo por acá.
-¿Mañana vas a estar por aca.?
-Como siempre Chino, como siempre.
-A la misma hora entonces.
-Puta madre!, ahí vienen. No me conoces, vete nomás.

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