viernes, 28 de agosto de 2009

Previo al encierro

Sin nada de qué preocuparme en la mañana, sin el cotidiano dolor que provoca las noches de excesos, solo algo enajenado y nada más.
Jordan me ve levantarme y de golpe siento su tristeza, me mira con pena, "Qué tal la noche", me dice por decirme algo, pero en su rostro no hay ganas de enterarse de nada, solo estar ahí, mirando sin mirar lo que sea. "Lo de siempre", le digo y le palmoteo el hombro como si eso fuera la solución para quitarle el estado mohíno que lo tiene cogido desde que se enteró lo que harían sus padres.
Mañana me encierran, susurra apenas, casi llorando, pero estése quieto hombre, le digo para animarlo, son solo tres meses, tus viejos se enteraron que fumas y ahora te quieren rehabilitar, no saben que vas a salir peor. Al fin sonríe. "¿Tú crees que me violen?", me pregunta asustado, "¿Te acuerdas del Loco? El solía gritarle a sus papás que lo habían violado y que le arruinaron la vida." No sé que responderle, era verdad, el Loco le gritaba eso a sus padres, pero el Loco estaba loco y nadie podía dar crédito a lo que decía.
—Dónde vas a vivir cuando yo me vaya, porque mis viejos saben que tú también fumas. No te van a aguantar. Cuando regrese no van a querer que tú sigas acá.
—No sé huevón, no me cagues el día. No quiero volver a mi casa, eso es seguro.
Cojo mi casaca y saco los papelitos de cigarrillo. Saco la bolsita donde cargo la marihuana y la empiezo a desmenuzar. Tronquito, pepitas, todo a un lado. Calculo la cantidad y la pongo encima de un papelito. Empiezo a rolar hasta que formo un perfecto canuto. Paso mi lengua por uno de los bordes del papelito y la pego. "Que sea la última", pero él me dice que no quiere, que no puede, que no quiere que lo encierren. Empiezo a fumar y he pasado por esas tentaciones, esas ganas de querer abstenerse ante el olor, pero es casi imposible, me la quita de la mano casi arranchándomela y empieza a darle unas pitadas profundas. Jordan se pone a llorar de nuevo, "No les voy a perdonar esto", grita. Grita y llora.
Dinara abre la puerta y ve a su hermano con el porro en la mano, lo recrimina, pero es en vano, ya ha fumado lo suficiente como para sacarse mucha mierda de encima. Me mira furiosa y se va dando un portazo. "Esa huevona tiene la culpa. Es una chismosa de mierda", vuelve a gritar. No le digo nada porque Dinara siempre es linda, además, hace buen tiempo, que me tiene algo arrecho. El no lo sabe.
Le digo vamos a sacar el carro , hombre, y mientras él me dirige el retroceso me dice a gritos que pare, que por las huevas, que todo siempre sale mal y yo salgo para animarlo pero me doy cuenta de que efectivamente todo estaba saliendo mal: la llanta estaba baja.

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