miércoles, 26 de agosto de 2009

Aire de extrañeza

La monotonía simplemente me cobijó y no pude desasirme de ella. Intenté, claro, leer pero algo me abrumaba y me llevaba a un sinsentido de extrañeza. "Déjese de pendejadas", me animaba Jordan y prendimos un canuto de hierba (o yerba, como dice él) aprovechando la ausencia de Mechita, su empleada.
Luego estuvimos como con sueño, efectos quizás, y empezamos a carcajear porque nuestras caras de a pocos se iban desconfigurando. "Ponte una película", me dijo y yo presto a hacerle caso y es que algo nos estaba arruinando el día.
Como era de esperarse, en días en que nada sale bien, la película se empezó a estropear y ya no pudimos verla. "Qué maricada con los artefactos", me dijo y yo soltándole cualquier cosa como excusa.
Ni siquiera en la noche la extrañeza abrumadora desapareció, al contrario todo empeoraba conforme las horas iban avanzando hasta el cero cero dos puntos cero cero. Ya para esas horas sus papás habían llegado y no pudimos fumar más. "Dónde vas a dormir", me dijo Jordan. Le dije que con su hermana, entonces volvimos a carcajear pues porque así sucedían las cosas. "Dinara, ven", gritó y su hermana llegó rápido para complicarme las cosas. Me puse rojo de purita ruborización (redundancia) cuando Jordan le decía que yo quería dormir con ella así que me hiciera un espacio. "Locos", nos dijo ella y se fue sonriente y linda como siempre.
"Te quedan pocos días, hombre", le dije y malogré más la noche. "Sí, me quedan pocos días", me dijo y se puso más triste y creo que apagó la luz no para que ya durmiéramos, sino para que él se pusiera a llorar secretamente en la oscuridad.

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