martes, 25 de agosto de 2009

Aunque te vean

Caminaba por una calle solo; una calle vacía y yo caminaba sin parar y disfrutaba hacerlo sin que alguien advirtiera mi presencia.
Me parecía un mundo perfecto, irreal pero perfecto, y su perfección consistía en que yo podía ir por ahí, libre, sin sentirme mirado y es que precisamente las miradas han sido el azote que ha carcomido mi espíritu. Diría que no es tanto por las personas (en algunos casos sí), sino porque siempre me he sentido mirado peyorativa, vil y burlescamente, quizá sin siquiera ser visto.
Y caminaba así, solo y tranquilo. Hasta que empecé a vislumbrar gente que caminaba hacia mí, eran personas que pasaban por mi lado yendo en dirección contraria. Lo extraño, y esto lo recuerdo perfectamente, era que yo reconocía a todas esas personas, rostros de amigos, familiares, compañeros que alguna vez he conocido y hasta he charlado con ellos. Pero éstas, al pasar por mi lado, parecían no reconocerme y seguían su camino como quien pasa por el lado de un extraño que nunca han visto y que ni siquiera su cara les resulta familiar (acción que nos hace detener ante un extraño).
Fueron muchos rostros conocidos que me desconocían, ni uno solo se detuvo a examinarme, ni siquiera a mirarme. Cuando la vi a ella, a ese ser tan amado que es mi madre, que disponía a pasar por mi lado desperté.

No hay comentarios:

Publicar un comentario