Mi solitario andar desde tu partida
mi solitario estar, tan tierno
y tan triste.
No saber cómo huir de ti,
de tu recuerdo
un malsano ejercicio
y tu ternura tan ausente.
Volando, siempre volando
entre escombros de mi delirio
y lo físico,
tu cuerpo anudado a una caja fría.
Si duermes,
¿Cómo es que sigues tan lúcida?
la vocesita en el oído
el gritito y la mueca, el llanto
el sermón necesario, luego la risa
y de golpe, abrir los ojos: cuarto vacío.
La reconciliación con Dios
agnóstico saluda al hombre
un pedido formal.
Y la mariposa aparece
tus rasgos en cada aleteo
¡Volando, siempre volando!
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