viernes, 13 de noviembre de 2009

Hartazgo fallido

Hoy todos mis conocidos estarán inmersos en celebraciones, pero fue mejor para mí evitar cualquier encuentro vulgar con la gente. Estoy harto de esas reuniones que arman mi grupo, generalmente las que se organizan en la casa de Luchín. La gente solo bebe y se droga; bebe y se drogan y fornican en un rincón de la casa o en el baño y aspiran cocaína o se preparan unos enormes canutos de marihuana y ríen y después algunos lloran y otros miran escandalizados pero aceptan los excesos bacanales porque también quisieran practicarlo pero les puede el pudor o la incapacidad de sentirse liberados a pesar de las sustancias consumidas. No todos están predispuestos a llevar a sus cuerpos a experimentar los excesos que puede cometer el hombre. Casi siempre es lo mismo en la casa de Luchín y yo ya me estoy hartando de eso.

Hoy me quedé encerrado sin hacer mucho peo haciendo mucho para evitar el desequilibrio de las cosas. Y entonces cogí ese libro inmenso que empecé a leer hace un par de días. Surgió, de repente, esa idea que ahora considero inevitable no llevarla a la acción él no se merece eso, así que tendré que organizarlo tal como está en el libro para que todo funcione. Será necesario un carro, algunas armas, las que sean, y hombres capaces de dar pelea hasta el final. Él no se merece esto y aunque no me considero un angel vengador, trataré de volver todo a la normalidad. Y entonces continué leyendo ese libro inmenso para ser minucioso en el plan y olvidando por completo lo que estarían haciendo ahora en la casa de Luchín, olvidando que quizá Fredy esté en pleno sexo colectivo, olvidando por completo la figura de Cristina escandalizándose ante lo que ve pero perteneciendo a ese grupo y aceptando el entorno al que pertenece, olvidando a Carlos prendiendo un buen porro de marihuana y diciéndole a todo el mundo que estaba cagao, olvidando que quizá muchos se estarían preguntando dónde diantres estoy y a qué hora pienso llegar para ir de excursión y abastecer a los más necesitados. Leí y olvidaba de esa manera mientras la perra me insinuaba algo y al final le hice caso y le empecé a sobar la cabeza y ella movía la cola, pero no sea malcriada perra, no se suba al mueble, y ella solo buscaba dónde pasar su lengua.

Pretendí huir el resto de la noche, pero en cierto momento huir me era algo elevado e inalcanzable. Y por eso Luchín me alcanzaba la marihuana y antes de fumarla la analicé y alguien me dijo que qué esperaba, que la siguiera corriendo, que así la estaba cagando toda, y no le hice caso y continué mirando el porro sin mirarlo y queriendo llorar sin una razón que excuse el acto. Sin fumarla, solo mirándola por ratos prolongados, surtió efecto y ya no había razón para la vulgaridad de fumarla y simplemente la pasé al de mi derecha porque ya todos me gritaban y cada vez que el porro volvía a mi mano solo lo miraba diez, veinte, treinta minutos y el resto se exasperaba y Carlos estás cagao hombre y Fredy otro lapo entre mis greñas y Cristina por fin sonriendo ante mis actos y no hubo cuarta porque ya no me la pasaban. Igual ya me sentía drogado tan solo de mirar y oler esa marihuana humeante y sintiendo que los amaneceres poco a poco se iban descomponiendo.

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