jueves, 12 de marzo de 2009

Cuento para seguirlo punto a punto

Día de clases


De pronto el barco se estrelló contra mi ventana y me hizo perder el sueño. El hombre sacó un pañuelo del bolsillo trasero de su pantalón y secó el sudor que emanaba de su frente. Cómo me aburre hacer este trabajo, pero tengo que soportarlo; qué difícil es ser vigilante en pleno verano, y ver a esos malditos universitarios creídos me hace sentir humillado, aunque los traseros de las alumnas están ricos, pero cómo jode trabajar de vigilante en verano. Le molestaba mucho el verano, tal vez porque es una de las personas que más suda en el planeta, por eso siempre cargaba un pañuelo. Me levanté de inmediato pues el sonido me asustó mucho; vi el reloj y me di cuenta de que era tarde para ir a la universidad. Vio el paradero donde debía bajar y, pañuelo en mano, fue hasta el lado del chofer. Tenía que ir, así que cogí mis cosas, morral, cuadernos y pañuelo claro, y fui rumbo al paradero. Ahí viene ese cachimbo, maldito pelucón arrogante, le voy a cerrar la puerta. Bajó del bus, guardó su pañuelo y corrió hacia la entrada. Casi no llego pero llegué; eso sí, tuve que correr para que el vigilante no me cerrara la puerta, lo malo es que ahora mi suéter esta empapado en sudor. Al pasar, el hombre se dio cuenta de que el vigilante lo miró mal.

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