miércoles, 2 de septiembre de 2009

El inicio de la soledad

Después de pensarlo, y mucho, cogí el teléfono y llamé a Cristina. Que por qué y para qué, me decía por dentro, pero sin hacerme mucho caso, o desobedeciéndome totalmente, preferí marcar los nueve dígitos que separaban su aliento o su sonoridad de mí.
Llamé tres veces y no contestó, quizá intuía de quién se trataba pues no sabía al cien por ciento de que era yo porque la llamaba de otro número. Recién a la cuarta llamada logré escuchar su voz que se asemejó más a un berrido que al melodioso sonido que recordaba ella expelía de sus labios. “¿Qué quieres?”, me gritó segura, sin asegurarse siquiera de quién la podía estar llamando. Yo solo atiné a susurrarle que la amaba, aunque de esto no estoy seguro, pero igual se lo dije como para convencerla de algo. Calló unos segundos, escuché que tomaba aire para decir algo y soltó que no quería volver a lo mismo, que dejara de molestarla, que dejara de tironearla por las calles, que dejara de hacerme la víctima, que dejara de llamarla y que dejara de decir falsedades.
Luego colgó y yo casi rompo la bocina del teléfono de pura ira y volví a marcar los dígitos con impaciencia, insistí mucho rato, horas de desesperación, incluso llanto, Dinara que a veces abría la puerta y se asustaba y qué te pasa, por qué estás así, es por él, no creo que sea por él, es por una mujer, no pasa nada, solo estoy mal, y vete a saber con ustedes, están locos y los ojos que se me perdían de rabia y por favor contesta, puta, puta, puta, háblame, qué te hice, contéstame que me estás pagando mal y así durante mucho rato, hasta que uno tiene que portarse bien pues porque está en casa ajena y los dueños de casa ya habían llegado.
Hasta ahora no contesta, he perdido mi día en puros intentos, en puros golpes, en puros llantos. Solo me reconforta un poco saber en lo desesperada que la habré puesto por el sonido del teléfono durante todo el día. Aunque bien y pudo haber salido con otro, alguien mejor que yo, alguien lindo e inteligente que hace que mi figura se vea disminuida a su lado. Ya dejé de intentar, ahora no sé qué decir, estoy solo y pensativo y obviamente muy derruido y en una casa en donde no puedo recurrir a nadie.

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