viernes, 30 de abril de 2010

adiós Luna (la pena de Rabito)

Luna estaba un poco loca. No, loca no, quizá exagero, pero sí me resultaba violenta. A veces se me acercaba y le gustaba asustarme, aparecía de la nada y brincaba sobre mí y decía “ahora no la cuentas rabito”, y me cogía duro del cuello y me babeaba todo. Ella decía que me hacía gritar, pero a veces le daba por decir mentiras, decía que yo gritaba como una perrita, pero era falso, al contrario, le pedía, le imploraba, que siguiera con su boca jugueteando con mi cuello, creo que a veces incluso me excitaba.

La cuestión es que la extraño y mucho. De pronto, luego de que pasaran cosas entre nosotros, ella engordó desproporcionadamente y a mí se me dio por quererla más. Pero a ella no le gustaba eso y se trepaba con furia de mi cuello. “Ahora no la cuentas Rabito”, volvía a gritar. La quería porque sabía lo que era, sabía lo que le pasaba, sabía a quienes llevaba en su vientre. Pero ella a veces era un poco ingenua y pensaba que solo estaba comiendo de más, ya verás cuando haga dieta, me decía, ya verán esas perras a quién le dicen la ballena, se excitaba y me volvía a coger del cuello. Estaba agradecida, sí, empezó a querer a Francisco, un poco a Juan y no tanto a mi mamá, pero le gustaba la vida acá.

La extraño y mucho, ¿Por qué?, porque un día Juan le puso la correa y dispuso a pasearla, pero ella había engordado tanto que apenas y la correa cerraba. Yo también fui con ellos y mientras soltaba un poco de mi olor en la puerta de la casa de Oso, un perro que no me cae nada, escuché ese sonido que nunca más se alejará de mi vida, un sonido que lo tendré siempre presente en mi mente como zahir: el motor de ese carro negro azulado. “Ya te atrapo, ya te atrapo”, fue lo último que escuché de ella y la voz de Juan que gritó “Luna” y cuando volteé a ver qué había ocurrido lo vi a él con la correa en la mano y a Luna recostada en el asfalto respirando con dificultad. Juan se acercó, yo me acerqué pero no tanto, no podía siquiera verla, vi que me miró, quiso decirme algo, solo le salió una lágrima y un quejido y dejó de respirar. Yo empecé a llorar, Juan empezó a llorar, la cargo y la llevamos al hospital. Un pastor alemán nos vio entrar y me dijo, lo siento hermano, ya está fría.

No sé si pueda recuperarme de esto, porque a decir verdad, y aunque me avergüence un poco mencionarlo, Luna fue la primera que pasó por mi vida, la primera con quien pude experimentar no solo el placer, también el afecto. Hace días que mi cuello dejó de estar irritado, labrado, y eso me apena porque es una señal más de la ausencia de Luna en mis días.

lunes, 26 de abril de 2010

Ahora hay fragilidad, ¿Dónde estás?

A veces pienso
que pensar en ti no sirve.
Me desgarra la vida
me hunde en la melancolía.
A veces creo
que sería mejor matarte,
acabar con tu dominio
y declararme independiente.
No es difícil,
porque somos gusanos,
con un simple pisotón basta,
pero quizá me gusta esto.
Quizá me gusta
que me digas tonto
y te burles de mi ignorancia;
Quizá me resigno
a perderte cada cierto tiempo,
mientras fornicas con tus amantes
y les entregas tu aliento que es también mi aliento,
porque te prefiero compartida que alejada de mi vida.
Nadie me entiende
y de verdad es complicado;
lo único que sé
es que no pensar en ti
no sentirte a veces a mi lado
no pertenecer a tu mundo
es matar al arte
porque si te vas
la inspiración para hacer las cosas
moriría y yo quedaría
como un ser suplicante
de eutanasia.

domingo, 18 de abril de 2010

La gesta del encuentro

Vuelvo a pensar en ella, en su rostro, en sus senos, en sus nalgas, en su sexo y mientras la violo en mi mente miro el celular con desesperación pero al final decido no llamarla.

Llamo a Fredy y empezamos a urdir el plan, ir seis o siete en el carro del papá de Luchín, tocar la puerta caballerosamente y cuando la abran le sacamos la mierda a todos y libramos a Jordan del encierro al que ha sido sometido.

Es posible que terminemos heridos y presos y en casa nos volverán a sacar la mierda pero tenemos que intentarlo. Fredy no conoce a Jordan, ni Luchín, ni Carlos, pero están dispuestos a hacerlo a modo de solidarizarse conmigo y con mis ideas.

El problema, y esto lo pienso ahora, es el carro. Luchín casi choca el carro de su papá hace unos meses que le echamos gasolina y le hicimos carrera al grupo del Toyo. Ganamos y nuestra celebración consistió en hacer piruetas para sacarle fogonazos a las ruedas y al asfalto. Desde ahí no se lo dan y el carro que puedo conseguir está sin papeles. Ya surgirá otra idea.

¿volver?

Es difícil explicar por qué me ausenté tanto tiempo de la escritura. Tampoco es que me haya sido algo difícil de aceptar; escribir me lastimaba, hoy intento probar nuevamente un poco del azote, me hacía llorar, me frustraba, me recordaba (me recuerda) lo ignorante y medicre que soy.
pero quizá no por eso dejé de escribir, esos estados de desesperación son necesarios para cualquier menester,creo que necesitaba un ligero cambio en mi rutina, no un cambio permanente, pero sí algo que renueve las ganas.
Me entregué más a la pintura (que me es otro suplicio) y a la gente. Dejé por un tiempo los libro y la escritura por conocer a más a más gente, por relacionarme con más personas, algo que había perdido y que siempre me ha costado. Y no hay en eso un gran interés, es solo que no puedo escribir si no me empiezo a llenar de observaciones, de roces, de anécdotas que aunque resulten burdas como son siento que es necesario para complementar mi locura.
¿Cuál ha sido el resultado?, creo que últimamente me he nutrido de todo ello y tengo en mi cabeza diversas historias que narrar,algunos personajes peculiares que describir, algunas anécdotas personales que se desbordaron y me sometieron a diversos enredos, una seguidilla casi interminable de noches bacanales y demás.
Página de un diario, diciembre 29:
Estracto.
Omar es un tipo que consume gente. Siempre está hablando con alguien, siempre está conociendo a alguien, siempre está reuniendo a gente de acá con gente de acullá. ¿Cómo puede ser una persona tan sociable? Su personalidad, diría, es la antípoda de mi personalidad. Nos hicimos amigos, o al menos conocidos, en Bellas Artes y desde entonces hemos compartido varios viernes de desenfreno, días en los que él terminaba hablando casi excitado con cualquier desconocido...

viernes, 2 de abril de 2010

Una vez más: alejo, ahuyento, alejo

Simplemente me sucede que así me altero y por eso es que he ido perdiendo a mucha gente, muchos conocidos que con toda la gracia del mundo tratan de acercarse a mí y yo los recibo casi con los brazos abiertos pero algo en mí, ese amago de lobo estepario, plantea un alto policiaco y ahuyento con el tiempo a quien sea. Simplemente digo cosas que no debo decir y entonces la mayoría huye porque empiezan a sentir en mí toda la vileza, toda la inmundicia, y de nuevo me postro aquí, solo, frente al ordenador y preguntándome de a de veras ¿a dónde se fueron todos?

Y ante la más mínima palabra yo tiro al piso furioso la tacita de café y las galletas y entonces ella me mira casi cohibida o asustada y al día siguiente no la encuentro más, ni siquiera la busco porque entiendo que así uno no debe reaccionar y que por más que intente recuperarla los pasos que haya dado a lo largo de toda la noche han sido suficientes como para no alcanzarla.

Vivo con eso y me repito en la cabeza que no volverá a pasar con los siguientes personajes que se aferran a la idea de salvarme, pero me falla la cordura y entonces vuelvo a comprar mil tacitas de café más para volverlo a intentar, para sentir en la frialdad de la loza una nueva oportunidad. A veces llegan y arruino todo porque el café me sabe amargo y termina en el derrotero de la ausencia de catación y no donde debería terminar que es en mi estómago compungido.

No soy malo ni perverso, aunque eso le digo a todo el mundo a modo de advertencia, es solo que mi cualidad despectiva surge en momentos que no debería surgir; surge en una velada fantástica, al lado de alguien que realmente quiero y me anima a seguir. Concluyo aquí, no doy más, ya la soga me espera. Será mi última acción de mala fe, una acción cometida también contra alguien que quiero que debería ser yo. Adiós, adiós.